El duelo inesperado se puede generar por diversas motivaciones, la característica específica es que debe darse de una forma que la persona no pueda prepararse para la pérdida. El caso del suicidio es particularmente sorpresivo e inesperado la mayoría de las ocasiones provocando un doloroso shock y dejando una huella traumática.

El suicidio es «la expresión de la muerte de una vida abruptamente»; es una elección personal de poner fin a la propia vida que tiene una carga en los sobrevivientes, ya que implica un choque de valores sociales asociados a la vida. El duelo ante muerte por suicidio genera una carga emocional tan abrumadora que lleva al doliente a experimentarlo como agotador. El agotamiento se deriva de la culpabilidad que asedia con preguntas constantes la mente de la persona:

¿Por qué? ¿Por qué no me di cuenta?, etc…

La culpa se convierte en una especie de juez que revisa todos los sucesos previos al evento, de manera detallada este juez vigila y castiga cualquier momento que pueda parecer una pista del fatal suceso. El asedio de la culpa y de las imágenes de la muerte no dan tregua, agotando física y emocionalmente desde el inicio del duelo al sobreviviente.

Se le conoce como sobreviviente a la persona cercana y/o familiares del suicida; y quizás no exista una palabra más adecuada para referirse al doliente que ésta, porque desde el momento de la muerte hasta la resignificación y aceptación del suicidio iniciará una lucha por sobrevivir a la agonía que deja esta pérdida. No se vive un duelo, se sobrevive un duelo, como si fuesen una serie de obstáculos en un mundo en ruinas el doliente no sabe ni por dónde empezar.

Los obstáculos son como un campo minado, se sabe qué estarán ahí pero no cuándo explotarán, ni qué repercusiones dejarán.

Este duelo es complicado por naturaleza, no solo la forma como muere la persona es un estresor y trauma; todos los momentos posteriores y los estigmas relacionados con el suicidio evitan que las personas tengan la posibilidad de manifestar abiertamente sus ‘emociones y pensamientos

Un duelo por suicidio no es necesariamente un duelo patológico, aunque muchas veces se tiende a confundir o considerar que forzosamente así será; no obstante, los estudios muestran que no hay ninguna correlación entre ellas. Esto significa que, aunque las personas sufran un trauma por la forma de muerte, es muy probable que, aunque tome más tiempo que un duelo normal terminará en la aceptación de la pérdida.

Aceptar la pérdida requiere un gran esfuerzo y trabajo emocional en la culpa y el perdón; ya que, seguramente existirán fallas que las personas realizaron durante la vida del fallecido y que no se relacionan necesariamente con la decisión, pero si por alguna razón la decisión está relacionada con los actos de alguien más, la terapia es determinante para su superación y elaboración positiva ya que permite identificar los pensamientos y distorsiones cognitivas que se van generando durante todo el proceso.

El shock

Es sin dudar alguna la más natural y más dura parte del duelo, porque ¿quién se espera que de un día a otro una persona se quite la vida? Nunca se imagina nadie que esa persona lo logrará, de hecho, en mi experiencia como terapeuta trabajando con sobrevivientes de parientes suicidas éstos relatan que, durante el último día de vida, o incluso unos días anteriores la persona se encontraba distinta incluso se percibía más feliz, optimista y amoroso. Aunque no es objetivo de este artículo hablar del suicida sino del duelo, es importante aclarar que ésta característica es sumamente común, es por ello que toma aún más por sorpresa a los allegados.

El shock por eso te lleva a lo traumático, la violencia de la muerte y de la autopsia que se deriva, las indagaciones policiacas y las preguntas hacen que el familiar esté en un limbo emocional que le impide elaborar desde un inicio, no hay una forma sutil de experimentar el suicidio.

La negación

Similar a otros casos de duelo, en este la persona ve todos los días a la recamara del familiar buscando algo que le permita negarse a la realidad, por ello muchas veces se retiran de los conocidos ya que estos son un recordatorio de la verdad; y se montan una rutina que les impida pensar en ello. La negación se vive por momentos, llenos de confusión, incluso yo diría que es más un periodo de confusión que de negación.

Enojo

El enojo esta vez es dirigido a uno mismo, a los familiares, parejas, pero por momentos se exime al suicida; el enojo no llega a éste se vierte sobre uno como una forma de autocastigo. El suicida es víctima de todo, y ha sufrido tanto que lo menos que se desea es estar enojado con éste, aunque se esté muy enojado, aunque si se le tuviera de frente se le dirían mil cosas; todo esto se reprime de golpe ya furia se deriva hacia cualquier otro lado. Esta etapa es muy peligrosa para el doliente, y es necesario que se tenga cuidado con la persona más afectada por el fallecimiento ya que puede empezar a autolesionarse o incluso a caer en una depresión grave con ideación suicida.

Depresión

En el duelo la depresión es esperada como etapa y no como estado mental; sin embargo, la persona en duelo ante suicidio tiende a sufrir una depresión avasallante que le hace por momentos identificarse con la idea suicida, cerrando todas sus capacidades de socialización. El riesgo en esta fase es que la persona se quede enfrascada durante mucho tiempo llevando a estados depresivos graves que requieran apoyo psicológico.

Lo respectivo a la aceptación en este como en cualquier caso de duelo con muerte violenta es algo que necesariamente debe de resignificarse y colocarse en un lugar distinto lo cual se profundizará más adelante.

Si por una razón estás pasando por un duelo ante suicidio, trata de acercarte a tus redes de apoyo y recibir ayuda; ya que nada en la vida te prepara para algo así.

Nos vemos pronto. Psicoterapeuta Breve Estrategica especialista en Duelo Psi. Sandra Buenfil.